Antropología física

INFORMES ANTROPOLÓGICOS

RESTOS IDENTIFICADOS

Durante los trabajos de excavación de la campaña de 2012 fue identificada una sepultura casi en la superficie del yacimiento, cuya excavación se completó en el año 2013. El enterramiento estaba situado en el sector H6 de la planta de la excavación. Se trata de un esqueleto cuya fosa estaba excavada en la U.E. 6 que, a su vez, cubre el interface 64 que destruye los estratos de la ocupación baleárica.

Esta U.E. 6 corresponde a la fase de ocupación post baleárica y la excavación en ella para enterrar el esqueleto supone la última acción humana de época antigua identificada en el islote.

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Localización de la inhumación en la cuadrícula H6

 

Tanto por las características de la fosa, como por la posición del cuerpo y los datos que la estratigrafía nos ofrece, se puede concluir que no se trata de una sepultura normal, si no que hay elementos que hacen pensar en una situación ciertamente excepcional que habría que calificar como ocultamiento.

Por el momento no se han encontrado en la isla otros enterramientos, y no parece lógico que aparezcan, lo que plantea la pregunta del motivo de la localización de esta inhumación en el islote y no en un lugar de enterramiento habitual en la isla.

Más que una sepultura en sí, parece que estamos ante una ocultación de un cuerpo. En este sentido, si bien hay que indicar que el hecho de que el cuerpo se encuentre dentro de una fosa hace que no se pueda decir que fuese dejado sin más en esa esquina del edificio, tampoco se trata de una fosa habitual en una sepultura. Se trata, más bien un agujero de escasa profundidad, sin paredes rectas ni orientación especial, cuyo único objetivo es adaptarse a la forma en que el esqueleto fue enterrado.

La estratificación identificada en el proceso de excavación es simple. Un relleno, U.E. 03, que tapa el esqueleto, U.E. 04, que esta colocado en una fosa, U.E. 09, sin ningún tipo de estructura o delimitación de piedras.

Pero el problema viene a la hora de comprender la forma en que estas tres U.E. fueron depositadas. Como vimos, es evidente que se realizo una fosa, que podemos llamar de apresurada, excavando la U.E. 06, para colocar el cuerpo. Pero no podemos afirmar que el relleno de la sepultura fuese colocado inmediatamente a la deposición del cadáver, una vez que este presenta alteraciones de importancia (movimiento del cráneo, perdida de huesos largos de una pierna) que solo pueden haber sido producidas una vez descarnado. Se presentan, así, dos posibilidades, la primera es que el enterramiento quedase al aire libre hasta perder la carne y que solo después fuese cubierto de piedras. La segunda que fuese cubierto inicialmente y excavado con posterioridad el relleno, momento en el que se alteraría el cuerpo, que sería nuevamente tapado posteriormente.

En la excavación  no ha sido posible establecer, debido a las características poco definidas de la fosa y a que el relleno es apenas un conjunto de piedras, la existencia de un enterramiento inicial y de una alteración posterior, por lo que las dos posibilidades quedan, por el momento, en abierto.

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 Relleno de la sepultura con piedras

 

Por lo que respecta al esqueleto, además de los datos obtenidos en el proceso de excavación arqueológica, tenemos dos informes que nos sirven para desarrollar diferentes puntos. El primero se trata del Informe antropológico firmado por el antropólogo Ricardo Ortega; el segundo es el Informe taxonómico firmado por Javier Sáenz Garcés, miembro del equipo de la excavación (VER ANEXOS).

En primer lugar, hay que comenzar por la peculiar posición del cuerpo dentro del enterramiento. Los restos óseos humanos se encuentran en posición decúbito prono, con la cabeza orientada hacia el Noroeste (≈315°) (SÁENZ 2013) de forma que, dada la posición del cuerpo, se apoyaría inicialmente, de una forma un tanto forzada, en el tapiado de la puerta Norte del edificio púnico.

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Esqueleto U.E. 004 apoyado en el tapiado. U.E. 017, de la puerta Oeste

 

Como indica Javier Sáenz, el hueso húmero izquierdo aparece apoyado en el muro, indicando que la posición de enterramiento fue con una inclinación ascendente izquierda de la parte superior del cuerpo (tórax y cabeza), con una inclinación lateral descendente hacia la derecha, si bien el cráneo no se encontró en posición anatómica si no, como veremos, separado de la columna vertebral, del lado derecho del cuerpo (SÁENZ 2013).

Por lo que respecta a las extremidades los brazos se encontraban cruzados con las manos unidas y cruzadas a la altura del esternón hacia el lateral derecho del tórax, mientras que las piernas estaban completamente flexionadas, dejando los pies a nivel del lado izquierdo de la pelvis (SÁENZ 2013).

Parece lógico afirmar que esta posición de los brazos y piernas en una inhumación en decúbito prono es muy difícil sin que las extremidades estuviesen atadas en el momento de la deposición del cadáver.

Como vimos anteriormente la inhumación sufrió una serie de alteraciones que llevaron a la desaparición de algunos huesos del cuerpo. Así, siguiendo el texto de Javier Sáenz, es significativa la ubicación del cráneo, ya que se encontraba fuera de la simetría lineal de la columna vertebral, desplazado hacia la derecha de la posición prono mientras que la ubicación de las piezas dentales 7 y 9, halladas justo debajo de la vertical de la columna vertebral (zona torácica) en el 2013, confirma que la cabeza se encontraba conectada al cuerpo hasta su desmembración, dando lugar a la caída de dichas piezas dentales superiores, así como la posterior caída del cráneo al lado derecho del cuerpo (SÁENZ 2013).

En este sentido, si bien Sáenz indica que este desplazamiento podría deberse a que, al quedar la cabeza semi-apoyada en el muro, la inclinación del cuerpo facilitase la desmembración, haciendo así que el cráneo se desplazase hacia el lado más bajo por la pendiente negativa, es decir hacia la derecha del esqueleto, de forma que separase el cráneo a una distancia del centro axial de la columna, lo cierto es que eso solo tendría sentido en el caso de que la sepultura fuese profunda y existiese un hueco junto a la cabeza, algo que no sucede en esta inhumación. Por otro lado, si este movimiento se hubiese producido dentro de la sepultura y ésta no hubiese sufrido alteraciones posteriores, se tendría que haber encontrado en ella la totalidad de los huesos del cráneo, mientras que en la realidad faltan “la región occipital y parte de los temporales y parietales” (ORTEGA 2013). De hecho, se puede pensar más bien que el movimiento del cráneo fue realizado en la misma acción en la que desaparecen de la inhumación la tibia y peroné de la pierna derecha y se produce, como indica Sáenz, el desplazamiento y fractura de algunas vértebras dorsales especialmente la D9 y D10 (SÁENZ 2013), hechos que solo pueden ser explicados si el cuerpo estuvo al sol hasta quedar descarnado o si se produjo una violación de el enterramiento.

En este sentido, en el informe de Sáenz se indica que se observa una coloración blanquecina en la tibia derecha cuya interpretación es la prolongada exposición al sol por falta de estratificación de enterramiento (SÁENZ 2013) algo que, unido al desplazamiento y fractura de vértebras dorsales y al movimiento del cráneo, parece sugerir que, o el enterramiento no fue tapado hasta que quedo descarnado o sufrió una violación posterior a la deposición, quedando expuesto parcialmente el cuerpo al sol durante algún tiempo.

Esto nos lleva a la cuestión de la causa de la muerte, la forma de deposición del cadáver y la relación con las alteraciones ante mortem y perimortem identificadas en el esqueleto. Comenzaremos por indicar las alteraciones identificadas en los dos informes aportados por Ricardo Ortega y Javier Sáenz.

En cuanto a las causas del deceso, Sáenz plantea en primer lugar la muerte por perforación y hemorragia de órgano interno, causada por espolón de cola de raya, relacionando, así, de forma directa, el fallecimiento del individuo allí enterrado con la presencia en el lateral intercostal derecho del esqueleto de un espolón de cola de raya con una longitud de 17 cm.

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Aguijón de cola de raya.

En este sentido, si bien es cierto que parece difícil explicar la presencia en ese punto del espolón de raya como una infiltración postdeposicional sucedida en el momento de descomposición del cuerpo y, que, por el contrario, parece más lógico asumir que ese espolón estaba clavado en el cuerpo en el momento de ser enterrado, no existen elementos que permitan afirmar, con rotundidad y sin ningún genero de dudas, que la causa de la muerte fuese causada por ese espolón.

En lo que coinciden los dos autores es en establecer una relación perimortem de las fracturas existentes en el cráneo, consistentes en un fuerte golpe en la región sub-ocular izquierda que ha provocado una fractura en la región maxilar y temporal, provocando además de la rotura del nasal, un desplazamiento de éste hacia el lado más izquierdo (ORTEGA 2013). La diferencia consiste en que Ortega indica que la ausencia por un lado de líneas de reabsorción implica que ocurrió cuando el individuo se encontrada al borde del fallecimiento ya que el cuerpo no trata de curar la herida y el hecho de que no dispona (sic) líneas de concentración y dispersión del golpe implican que no ha sido un hecho violento al no habérsele aplicado una fuerza extra (…) lo que implicaría que el individuo cayera súbitamente al suelo y se golpeara contra algún objeto (ORTEGA 2013). Igualmente en otro punto, al analizar las patologías encontradas se reafirma Ortega al indicar que el hecho de que el hueso no presente la menor línea de presión, concentración y dispersión implica que no ha sido fruto de un golpe sino que tiene una mayor probabilidad de que sea fruto de una caída con su posterior golpe en dicha región (ORTEGA 2013).

Por su parte Sáenz afirma que el traumatismo fue posiblemente producido por un elemento romo y de diámetro reducido (…) de forma temporal cercana al fallecimiento del individuo y no como causa de una caída de este al golpearse con un objeto, ya que se observaría un impacto en la zona orbital superior de la cuenca del ojo izquierdo, así como el pómulo izquierdo (SÁENZ 2013). Igualmente, indica Sáenz, hay que matizar que las lesiones originadas por impactos violentos en el frontal del rostro, pueden producir una lesión en la primera vértebra cervical, el “Atlas”, y ésta no presenta signos de un desplazamiento violento hacia atrás, motivado por el impacto de la propia caída del individuo al colisionar con el muro (SÁENZ 2013). Sin embargo más adelante el mismo autor señala que la mandíbula presenta varias fracturas longitudinales, en ambos lados de la misma. La fractura izquierda, que es la más significativa, comienza en la parte inferior del mentón y se prolonga hacia el lado izquierdo de la mandíbula, por debajo del agujero mentoniano. La fractura en la base se prolonga en la cara interna del maxilar inferior, tanto del lado izquierdo como del derecho. Estas fracturas en la parte inferior de la mandíbula, pueden haber sido producida por el impacto al caer, en cuyo caso además, sea el motivo de la fractura del cóndilo derecho de la mandíbula (SÁENZ 2013).

De esta forma Sáenz parece diferenciar el impacto que causa el traumatismo orbital, producto según su hipótesis del impacto con un elemento romo y de diámetro reducido, y el traumatismo en la parte inferior de la mandíbula, que podría estar causado por una caída, aclarando a la hora de hablar de la intencionalidad del enterramiento que se observa que el extremo superior del húmero izquierdo (posición decúbito prono), queda semi-apoyado en la piedra del muro, indicando que la persona al fallecer y desplomarse, parte de su hombro y brazo izquierdo quedaron apoyados en el muro (SÁENZ). Así, Sáenz afirma que la deposición del cuerpo en la zona no es fruto de una inhumación si no de una la caída al desplomarse el cuerpo al fallecer, de forma que este hecho podría descartar la intencionalidad del enterramiento (SÁENZ 2013).

Al margen de la cuestión de la forma en que se causa el traumatismo orbital, coincidiendo los dos autores que sería perimortem, y de la causa del traumatismo mandibular, los datos estratigráficos contradicen la afirmación de Sáenz de que la deposición del cuerpo es producto de la caída al fallecer y desplomarse, descartando así la intencionalidad del enterramiento. Hay que recordar que existe una fosa previa en la que se deposita el cuerpo, lo que indica una premeditación en la excavación de dicha fosa. Es decir, esa fosa fue realizada para meter ese cuerpo.

Si la causa de las fracturas mandibulares es producto del momento de tirar el cuerpo en la fosa, golpeándose en este momento contra el muro o si, incluso, pueden estas fracturas pudieran haber sido causadas postmortem por elementos tafonómicos, como la presión de la tierra o de las piedras, etc., son cuestiones que están en abierto. En cualquier caso lo que parece incompatible con la información aportada por la excavación, es el concepto del desplome del cuerpo por fallecimiento, una vez que parece evidente que la posición de los brazos, con el cuerpo decúbito prono con las manos cruzadas a la altura del esternón, es incompatible con una caída, sea esta con la persona consciente o inconsciente. Si además tenemos en cuenta la posición de las piernas, dobladas de manera forzada, que parece sugerir la presencia de ataduras, creemos más lógico pensar que el cuerpo fue depositado en la fosa ya atado y fallecido.

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Torso en decúbito prono. Se aprecia la posición de los brazos.

Por lo que respecta a la información que se puede conocer por el estudio antropológico de los huesos recuperados hay que plantear, de acuerdo con Sáenz, que por sus características faciales y mandibular, así como la forma y apertura de la fosa nasal, hacen pensar que se trata de unos restos humanos pertenecientes a la raza caucásica (…) quedando por determinar su posible procedencia por análisis de ADN y comparación anatómica y antropométrica (SÁENZ 2013).

Con respecto a la caracterización sexual del individuo debemos, en primer lugar hablar siempre de “sexo biológico” y no de “genero” una vez que el genero es una construcción cultural. Los autores de los dos informes coinciden en que se trata de un individuo que presenta características masculinas. Para Sáenz tanto su fisonomía facial ósea, sus arcos supraorbitales/superciliares y mandíbula (ángulo gonial y trígono mentoniano), así como por la curvatura pélvica y ángulo y cresta ilíaca permiten afirmar que se trata de un individuo masculino (SÁENZ 2013). Por su parte Ortega afirma igualmente que si bien muestra aspectos más gráciles en algunas de las zonas de caracterización sexual, la mayor parte de éstas lo denotan como individuo masculino (ORTEGA 2013). Así, indica Ortega, si bien la perdida de buena parte de los huesos del cráneo dificulte la valoración de todos los puntos antropométricos que lo caracterizan sexualmente, se puede concluir que presenta un frente huidiza, una gran anchura malar así como un gran desarrollo de las inserciones musculares del hueso temporal, la inversión goniaca y un amplio desarrollo del mentón y de los cóndilos mandibulares. Sin embargo, los arcos superciliares presentan un leve desarrollo así como la disposición de los rebordes oculares poco marcados. Esto implica una caracterización a priori marcadamente masculina aunque presenta una serie de rasgos levemente femeninos (ORTEGA 2013).

En lo que respecta a la caracterización sexual del individuo en base a los parámetros definidos en la cintura pélvica, Ortega reseña que el sacro presenta una ondulación que dificultaría la actividad del parto, al igual que ocurre con el ángulo que forman las escotaduras ciáticas, definido como grado 4 según los estudios de Buiskstra. Por otro lado, en el ángulo subpúbico presentará (sic) una concavidad larga y estrecha y en lo que se refiere a la cresta ilíaca presentará (sic) una forma de S pronunciada. La suma de estos rasgos implica que la sexualidad del individuo objeto de estudio sea marcadamente masculina (ORTEGA 2013).

Por lo que dice respecto a la edad del individuo hay una coincidencia en la opinión de Ortega y Sáenz al afirmar que se trataría de un adulto joven, es decir entro los 18 y 25 años. Para Sáenz se trataría de un adulto con una edad entre los 22 a 24 años, ya que es la edad a la que se sinostosa la apófisis basilar. Además, dispone de las dos últimas piezas molares conocidas como las “muelas del juicio”. El resto de los huesos se encuentran fusionados, identificando al individuo con una edad superior a los 20 años pero menor de los 25 años, ya que queda patente la fusión incompleta de la epífisis y la sínfisis púbica con las marcadas estrías onduladas en su centro (SÁENZ 2013). Por lo que respecta a Ortega, afina más el rango de edad del individuo al indicar que se trataría de un joven de entre 20 y 21 años. Para llegar a este punto el autor describe los datos ofrecidos por la fusión epifisaria, la sínfisis púbica, la inserción esternal de la cuarta costilla y la erupción y erosión dentaria.

En lo que respecta a la fusión epifisaria Ortega indica que cabe destacar que en ambas clavículas la región esternal se encuentra en proceso de formación, siendo éste el último hueso en fusionar, lo que le situaría en una edad inferior a 23 años, ya que éste se fusiona por regla general a los 25. El resto de huesos susceptibles de ser estudiados en base a edad respecto a la fusión epifisaria se encuentran completamente fusionados lo que indica que, por regla general, supera los 20 años de edad en el momento de la muerte (ORTEGA 2013).

En cuanto a la sínfisis púnica, Ortega indica que si tomamos en consideración los estudios de Todd respecto al cálculo de la edad del individuo en base al estado que presenta la sínfisis púbica, determinamos que se encontraría en lo que se define en su estudio como Fase II, aquella que barema entre los 20 y los 21 años debido a que pese a presentar unas marcadas ondulaciones, la región central comienza a desaparecer mientras que la región central permanece marcadamente elevada (ORTEGA 2013).

Por lo que respecta a la inserción esternal de la 4ª costilla, Ortega refiere que si se tiene en consideración el estudio realizado por Iscan respecto al cálculo de la estimación de edad en base a la inserción esternal de la cuarta costilla, comprobamos que ésta se encuentra en lo que denomina fase 0, aunque muy próxima a la fase 1. Esta fase supone que la superficie articular se encuentra casi plana con ligeras ondulaciones. Además, en los bordes existe un exceso de estructura ósea y éste presenta una forma regular y redondeada que comienza a perderse ligeramente. El hueso mismo está liso y presenta una fuerte solidez aunque comienzan a desaparecer las ondulaciones y el reborde comienza a aparecer de manera clara. Esta fase acerca al individuo a los 17-19 años de edad en el momento de la muerte (ORTEGA 2013).

Finalmente y por lo que respecta a los procesos de erupción y erosión dentaria señala Ortega que lo primero que llama la atención es el escaso nivel de desgaste que presenta en la corona de la dentición salvo los puntos concreto en la faceta de contacto con la cara oclusal de los dientes 45, 46, 36 y 37 (ORTEGA 2013). En este sentido Sáenz plantea que el desgaste dental, poco significativo o pronunciado confirma que la edad del individuo está por debajo de los 25 años, especialmente con la posible alimentación de la época, donde se debería apreciar un desgaste importante de las piezas dentales puesto que por necesidades metabólicas, la ingesta de carbohidratos es fundamental en el proceso nutritivo, por lo tanto, la ingesta de carbohidratos proveniente de cereales es fundamental. Aún llevando una alimentación “blanda”, a base de pescado, mariscos y verduras, la ingesta de pequeñas piedras procedentes del proceso de la molienda de los cereales, tienen un efecto abrasivo en la dentición, especialmente en los molares, en cuyo caso, se observa un desgaste mínimo (ORTEGA 2013).

En lo que dice respecto a los cálculos de la estatura del individuo Ortega plantea que estaría entre 158 y 159 cm., mientras que Sáenz, si bien no explica los métodos de medición utilizados, indica que estaría entre 155 y 165 cm. En cualquier caso, conviene indicar que cuando hablamos de la estatura del individuo hablamos de una estatura aproximada, puesto que obviamente, en la mayor parte de los casos, no será posible obtener la estatura real del individuo durante su vida, puesto que en un ser vivo hay factores como la presencia de cartílagos, la edad y algunas condiciones patológicas que afectan a la estatura y que no son identificables en los vestigios humanos exhumados en una excavación arqueológica[1]” (MARQUEZ-GRANT 2008:75).

Por lo que se refiere al estudio de Ortega, las mediciones de estatura realizadas en base a los estudios de Trotter y Glesser plantean una estatura de 165 cm de altura, si bien, como afirma el autor, la distancia geográfica e histórica que existe entre la población estadounidense de finales del siglo XX y las fechas del esqueleto, cercanas a la época púnica, hacen que no se deba tener este método en mucha consideración (ORTEGA 2013)

Más fiable sería la altura ofrecida por la aplicación del Método Nunes – Mendonça para poblaciones portuguesas y que, indica Ortega, a través de la medición fisiológica de los huesos del húmero y del fémur acercan al individuo a unos 157-158 centímetros de altura (ORTEGA 2013).

Finalmente los datos antropológicos nos ofrecen información sobre la condición física y salud del individuo. Pero, como en el caso de los cálculos de estatura, hay que plantear, previamente, una serie de cuestiones. La primera es la llamada “Paradoja osteológica” descrita por autores como Wood[2] que explica Nicolás Marquez-Grant en su ya citado estudio sobre dos necrópolis de dos iglesias portuguesas. En la práctica esta paradoja consiste en que la ausencia de enfermedad en un individuo (o en una población) no implica, necesariamente, que una determinada persona hubiese sido más saludable que otra que presente una enfermedad, pudiendo incluso indicar lo contrario. O sea, las enfermedades que dejan su impronta en el esqueleto son crónicas y necesitan de tiempo para dejar  su marca en los huesos. Cuando encontramos un esqueleto con señales de enfermedad podemos estar en la presencia de una persona que habrá resistido al desarrollo de la enfermedad o que, incluso, sobrevivió a ella. Por consiguiente, el individuo habría tenido un mejor sistema inmunológico y una mejor nutrición que otra persona más débil que tal vez podría haber muerto antes de que la enfermedad le afectase a los huesos (Wood et al. 1992). De esta forma, dicho esto, podría darse la paradoja de que nos encontrásemos con un esqueleto sin ningún tipo de marcas que, en la práctica, correspondería a una persona que no habría resistido o sobrevivido a una enfermedad durante el tempo necesario para que esta afectase a los huesos (MARQUEZ-GRANT 2008:81).

En el caso que nos ocupa, por su excepcionalidad, al ser enterrado en un local que no tiene un carácter funerario y por la presencia de traumatismos, hay que considerar que el deceso del individuo encontrado en Na Galera no habría sido natural.

Dicho esto, la información que nos ofrece la antropología nos permite comprender aspectos importantes este individuo. Hay que reseñar que, como refleja Márquez-Grant, los factores ambientales que tienen influencia en la estatura, sea directa o indirectamente, son la nutrición, la salud, el clima, la  altitud,  el estado económico y social, la cultura y las migraciones (COMAS 1960; OLIVIER 1980; ANGEL 1984; BENNIKE 1985; LARSEN 1997; ULIJASZEK 1998, 2001). De esta forma, la estatura está considerada como un buen indicador de la condición social, o sea, las personas más  altas son aquellas que tuvieron una mejor nutrición y salud que la de los individuos más bajos (KOMLOS 1993)[3] (MARQUEZ-GRANT 2008:75)

Al margen de algunos elementos identificados en el esqueleto por Ortega, como la fusión en un único hueso de las falanges medial y distal del quinto dedo del pie derecho[4]; la bifurcación del proceso transverso de las vértebras cervicales, mayor al habitual[5] o la presencia en el cráneo de orificios supraorbitarios, mentonianos y el orificio infraorbitario derecho muy desarrollados y notorios, permitiendo un mayor espacio para el paso de venas, arterias e inervaciones (ORTEGA 2013), resultan de más interés los datos que nos ofrece el análisis del desgaste y erosión de las piezas dentales y de las inserciones musculares.

En primer lugar, señala Ortega la presencia de vestigios de hipoplasia dentaria en los dientes 11, 21,23 y 24 siendo doble en el número 13. Esto supone que al menos en dos ocasiones sufrió hambruna o enfermedad durante la etapa de maduración aunque al ser las líneas poco marcadas éstas no fueron especialmente duras (…) pero el hecho de que estén muy juntas en el espacio implica que fueron muy consecutivas en el tiempo (ORTEGA 2013).

Hay que indicar que “la hipoplasia del esmalte dentario es un defecto causado por trastornos generalizados de la formación de la matriz del esmalte (HILLSON 1996). Dado que estos trastornos se deben a una serie de factores, entre ellos la mala nutrición y las enfermedades infecciosas (PINDBORG 1982), la prevalencia de estas lesiones es usada para inferir el nivel de estrés fisiológico en una población (GOODMAN et al., 1988; SKINNER E GOODMAN 1992). Como la formación de los dientes se desenvuelve, principalmente, durante la etapa infantil e juvenil, estos defectos sucedidos durante la formación de los dientes pueden reflejar el estado de salud de los individuos durante su etapa de crecimiento[6] (MARQUEZ-GRANT 2008:104).

Estos restos de hipoplasia en un individuo joven se podrían relacionar con la estatura de menos de 1.60, a la que contribuirían las posibles fases de hambruna o enfermedad inferidas por la presencia de estas marcas en los dientes. Por otro lado, el escaso desgaste de los dientes, así como la escasa presencia de caries[7] podría indicar no solo una buena dentición y salud si no también una dieta no basada en los de carbohidratos proveniente de cereales. La caries dental es una “infección que tiene como resultado la formación de una cavidad en el diente por la acción de los ácidos producidos por las bacterias (HILLSON 1996; LANGSJOEN 1998) y constituye una de las fuentes de información utilizadas para la reconstrucción de la dieta de las poblaciones pasadas (HILLSON 2001: 249). Una dieta basada en proteínas marinas, carne y una baja proporción de legumbres dará lugar a niveles más bajos de caries (POLET E URBANO 2000), si bien existen factores como la textura de los alimentos, frecuencia de consumo, tiempo de retención de los alimentos en la boca, técnicas de preparación de los alimentos, higiene oral, edad y factores genéticos puedan intervenir también (PALMER 1989; HILLSON 1996)[8] (MÁRQUEZ-GRANT 2008:105).

En este sentido, hay que destacar los porcentajes de la fauna y malacofauna recogidos en la excavación y en los que se observa un predominio casi total en época post-baleárica de la malacofauna frente a la fauna, lo que podría sugerir una dieta basada en el pescado y marisco.

NA GALERA 2013 Época púnica Época Baleárica  Época Post-Baleárica
Tipo de material % % %
Malacofauna 54% 27% 92%
Fauna 46% 73% 8%

Finalmente el estudio de Ortega de las zonas de inserción muscular ha permitido identificar un mayor desarrollo en los referentes relacionados con la complexión física en dos zonas concretas: las zonas de inserción del deltoides y el pectoral en el húmero derecho y en las falanges proximales (o primeras falanges) de la mano de la misma lateralización (ORTEGA 2013). De esta forma el individuo presenta unas inserciones musculares relativamente marcadas en el deltoides, teniendo un mayor desarrollo en las zonas de inserción del bíceps y el pectoral mayor del húmero derecho, a diferencia del escaso desarrollo muscular del resto del cuerpo. Sin embargo, lo que más llama la atención será que la zona de las falanges proximales (o primeras falanges) de la mano derecha presentan un grado de desarrollo importante que no tiene correlación con las de la mano izquierda (ORTEGA 2013). Igualmente, los 16 parámetros mensurables y comparables respecto a la lateralidad implican que se trata de un individuo marcadamente diestro al tener más desarrollados 14 de éstos en la parte izquierda del cuerpo (ORTEGA 2013).

Además, como resultado de la discusión científica posterior entre los directores de la excavación y el antropólogo Ricardo Ortega, se han identificado otros elementos que pueden ofrecer informaciones de interés sobre el individuo. De esta forma, fue posible identificar la presencia de facetas de agachamiento en la tibia izquierda, lo que indica que este individuo mantuvo durante su vida profesional durante largos ratos flexionada esa pierna.

Una faceta de agachamiento es uno de los “caracteres que se consideran inducidos por el medio ambiente o por la actividad física que pueden ayudarnos a reconstituir los estilos de vida del pasado (MARQUEZ-GRANT 2008:76). En concreto consiste en la presencia de faceta en el área del tobillo (tibia y astrágalo) en individuos que pasan mucho tiempo en cuclillas o de rodillas (UBELAKER 1999:102-103[9]). Es por tanto, una alteración en los huesos del área del tobillo como consecuencia de una posición anatómica derivada de cuestiones culturales (por ejemplo posiciones de trabajo” (MARQUEZ-GRANT 2008:76).

La presencia de esta faceta apenas en la pierna izquierda, contraria al brazo dominante de este individuo y el mayor desarrollo de las inserciones musculares en el hombro derecho y en las falanges proximales de la mano derecha, podrían relacionar a este individuo con una actividad en la que se lanzaría un objeto mientras se está con la pierna izquierda flexionada. Si a esto añadimos la presencia del aguijón de raya en el interior de la sepultura, se podría, por ejemplo, relacionar esta posición, aunque no deja de ser una hipótesis y será objeto de más estudios,  con el movimiento que realiza un arponero.

De esta forma, en resumen, tendríamos un joven de unos 21 o 22 años, de raza caucásica, que medía entorno a los 157-159 centímetros de altura; que era diestro, con la musculatura del brazo derecho y especialmente de las falanges proximales de la mano mucho más desarrollada que en el lado izquierdo del cuerpo. Se trataba de un individuo joven que había sufrido enfermedad o hambruna en la época juvenil y que no muestra marcas de desgaste o alto porcentaje de caries en su dentadura, lo que podría sugerir una dieta basada en el pescado y marisco. Este individuo fue enterrado de una forma apresurada fuera de un contexto funerario y en una posición anatómica poco habitual, decúbito prono, probablemente con las manos atadas sobre el esternón y las piernas flexionadas y atadas.

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Esqueleto U.E. 004. Trabajos de laboratorio.

 

Teniendo en cuenta que en el momento del enterramiento los edificios púnicos estaban totalmente destruidos y abandonados, al tiempo que la funcionalidad espacial habría pasado probablemente, de religiosa a comercial, no creemos que se pueda establecer una relación con este individuo y las actividades rituales o religiosas. Por el contrario, teniendo en cuenta el hecho de el individuo habría pasado momentos de hambruna y, sobre todo, por el abandono del cuerpo en la isla sin ser trasladado a un contexto funerario, habría que considerar también la posibilidad de que su status social no fuese elevado, pudiendo ser socialmente marginal (esclavo, inmigrante etc.), aspectos que tendrán estudiados con más profundidad. En este sentido sería muy interesante el poder realizar un análisis de isótopos estables que pudiese permitir identificar el tipo de alimentación de este individuo.

En cuanto a la datación de este enterramiento contamos, como indicamos más arriba, con los resultados de C14 obtenidos del análisis de una costilla en los laboratorios de BETA ANALITIC, que plantean fechas calibradas a 2 sigma con alternativas 2300-2270 BP (350-320 AC), 2160-2040 BP (210-90 AC) y 2030-2000 BP (80-50 AC.)[10]. En este sentido el estudio de los materiales arqueológicos exhumados nos puede permitir afinar más este arco cronológico. Como vimos el interface U.E. 009, de la fosa de la sepultura corta la U.E. 006, que corresponde a un nivel posterior al abandono de la fase baleárica. Entre los materiales de esta U.E. 006 contamos con la presencia de ánforas P16, con una datación entre el 250 y el 190 AC.; P17, con una datación entre el 200/190 y el 120 AC., y cerámica campaniense A, con una datación aproximada entre el 225 y el 90 AC.

Por otro lado, en el relleno de la sepultura aparece un fragmento de cerámica de una jarra pintada, datable en el siglo II AC., por lo que el relleno de la sepultura no puede ser anterior a la existencia de este tipo de cerámica.

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Cerámica pintada

 

Por este motivo tenemos que destacar el arco temporal de la primera mitad del siglo IV, puesto que la datación de la muerte del individuo entre el 350 y e 300, es incompatible con el hecho de que su sepultura corte un nivel arqueológico en el que están incluidos materiales de finales del siglo III al tercer cuarto del siglo II. AC.

Por otro lado, la inexistencia en los niveles arqueológicos en los que se excavo la sepultura de materiales cerámicos itálicos como los del pecio de la ensenada próxima a la factoría púnica de Na Guardis, datado entre el 90 y el 75 AC. (CERDÁ 1980; COLLS 1987), permiten pensar que la interrupción de la actividad comercial en Na Galera tuvo que ser anterior a la conquista romana del 123 AC., por lo que este enterramiento pudiera ser también anterior a esta fecha.

[1]Traducción del texto portugués. MARQUEZ GRANT, NICOLAS.  (2008): “Restos humanos das igrejas de São João e São Vicente. Bragança”, Bragança, um olhar sobre a História II, pp. 67-152 e 198-238. Câmara Municipal de Bragança. Coordenação de José Jorge Argüello Menéndez. También ver MARQUEZ- GRANT, NICOLAS (2008): The human remains from the churches of São João and São Vicente, Bragança (Portugal). Colección Vessants Antropologia, volumen 1. Editorial Vessants, 176 páginas. Palma 2008.

[2]WOOD, J.W., MILNER, G.R., HARPENDING, H.C. and WEISS, K.M. 1992. The osteological paradox: problems of inferring prehistoric health from skeletal samples. Current Anthropology, 33: 343-370.

[3]COMAS, J. 1960. Manual of Physical Anthropology. Charles C. Thomas Publisher, Springfield, Illinois; ANGEL, J.L. 1984. Health as a crucial factor in the changes from hunting to developed farming in the Eastern Mediterranean. In Cohen, M.N. and Armelagos, G.J. (eds.), Paleopathology at the Origins of Agriculture. Academic Press Inc., London. P. 51-73. BENNIKE, P. 1985. Palaeopathology of Danish Skeletons. A Comparative Study of Demography, Disease and Injury. Akademisk Forlag, Copenhagen. LARSEN, C.S. 1997a. Bioarchaeology. Interpreting Behaviour from the Human Skeleton. Cambridge University Press, Cambridge. LARSEN, C.S. 1997b. Anemia and the Ancients. In Kiple, K.F. (ed.), Plague, Pox & Pestilence. Weidenfeld &Nicolson, London. Pages 10-13. KOMLOS, J. 1993. Stature and health. In Kiple, K.F. (ed.), The Cambridge World History of Human Disease. Cambridge University Press, Cambridge. Pages: 238-243.

[4]Ortega señala que al no presentar huellas de infección ni fractura puede implicar que esta fuera fruto del desuso del mismo.

[5]Ortega señala que esta situación no implica diferenciación física alguna visible durante la vida del individuo a priori pero sin embargo se trata de una modificación del registro óseo de manera natural.

[6]HILLSON, S. 1996. Dental Anthropology. Cambridge University Press, Cambridge. PINDBORG, J.J. 1982. Aetiology of developmental enamel defects not related to fluorosis. International Dental Journal, 32: 123-134. GOODMAN, A.H., THOMAS, R.B., SWEDLUND, A.C. and ARMELAGOS, G.J. 1988. Biocultural perspectives on stress in prehistoric, historical, and contemporary population research. Yearbook of Physical Anthropology, 31: 169-202. SKINNER, M. and GOODMAN, A.H. 1992. Anthropological uses of developmental defects of enamel. In Katzenberg, M.A. and Saunders, S.R. (eds.), Skeletal Biology of Past Peoples: Research Methods. Wiley-Liss, New York. P. 153-174.

[7] ORTEGA 2013, Muestra caries en la cara bucal del diente 47 y en la faceta oclusal del diente numero 48.

[8]HILLSON, S. 1996. Dental Anthropology. Cambridge University Press, Cambridge. LANGSJOEN, O. 1998. ‘Diseases of the dentition’. In Aufderheide, A.C. and Rodríguez-Martín, C., The Cambridge Encyclopedia of Human Paleopathology. Cambridge University Press, Cambridge. P. 393-412. HILLSON, S. 2001. Recording dental caries in archaeological human remains. International Journal of Osteoarchaeology, 11: 249-289. POLET, C. and ORBAN, R. 2001. Les Dents et les Ossements Humains que Mangeait-on au Moyen Âge? Institut Royal des Sciences Naturelles de Belgique. Brepols, Turnhout. PALMER, C.A. 1989. Diet and nutrition: crucial factors in the dental health of children. In Bourne, G.H. (ed.), Aspects of Childhood Nutrition. P.: 131-159. Karger, Basel.

[9]UBELAKER, D.H. 1999 (3rd Ed.). Human Skeletal Remains.Excavation, Analysis, Interpretation. Taraxacum, Washington D.C.

[10] Con la calibración del programa Calib 7.0 se obtienen como resultados las fechas 2298-2260 (348-310 AC.) con un 10,40% de probabilidad y de 2158-2002 (208-52 AC.) con un 89,60 % de probabilidad. Con el programa Oxcal se obtiene la datación 350-308 AC con un 10,5% de probabilidad y de 210-52 AC. con un 84,90% de probabilidad.

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